Aunque la naturaleza es observada y analizada con método y criterio científico, la precisión de sus comportamientos vegetales (por fortuna y magia para la propia viticultura) no se anuncia con precisión matemática. Como ser vivo, sujeta a los condicionantes externos, la cosecha y por la calidad del fruto responde a factores en muchas veces, exógenos, inherentes a la propia meteorología. Sucede así, por ejemplo, con el comportamiento de la vid, determinada por el clima que la vio nacer en cada terruño.

Cuando la primavera avanza y los rigores térmicos pierden la exigencia matinal, las yemas entonces rebosan vida. De los sarmientos, cercenados a conciencia en los periodos más duros, despierta la savia, en llanto de pura vida. La estampa conmueve en las mañanas de finales de abril, al alba, en la promesa primaveral de la próxima añada. Técnicos,  expertos y sobretodo agricultores agudizan sus sentidos para, a partir de ahora establecer la cuenta atrás en el ciclo vital de la planta. Miran de reojo al cielo, sin apartar atención de los primeros brotes de vida.

yemas

La naturaleza responde cuando se la trata bien y la vid no es una excepción. La vida que aflora en los meses de abril y mayo responde al trato anterior con la poda. Una labor tan ardua y vital como significativa de los meses más duros del invierno. Cada región, cada bodega y hasta cada parcela difieren en el momento y las formas.

 

Hay quien prefiere podar cuando la vid apenas desnuda de pámpana ha perdido sus hojas, allá por los meses otoñales de noviembre. Otros apuran casi la llegada de la propia primavera, acentuando los trabajos para finales de febrero y marzo. Por ejemplo, en bodegas como Finca Antigua, donde acompañamos a una cuadrilla de trabajadores para ver podar una parcela en espaldera de tempranillo.

 

Para Rosa Martín, responsable de marketing de la bodega, la poda no es sino un borrador o boceto de la próxima cosecha, donde prever la producción. “La poda se realiza dependiendo de la parcela; por ejemplo en ésta de tempranillo, conocida como ‘las escalerillas’ de uva tempranillo, hemos procurado concentrar la calidad en dos o tres pulgares solamente.”

También es importante evitar la llegada de enfermedades como la yesca, producidas por la infección del corte sobre el sarmiento. Por eso, se aplica, como explica Martín, un cicatrizante para protegerla enfermedades y heladas que pudieran llegar todavía. Yo la llamo la mercromina”, bromea Rosa Martín.

Al margen de variedades y matizaciones temporales, todos coinciden en su importancia: “una poda es vital para determinar la calidad de la próxima cosecha. No es lo mismo cuando arrastras un invierno  seco y difícil porque tienes que procurar no ahogar a la cepa si viene una primavera y un verano escaso en lluvias”. Es la opinión de Fernando Villarreal, natural de Quero, ganador del IV Concurso de poda celebrado en Miguel Esteban, en plena Mancha toledana, el pasado 4 de marzo.

 

Un labor que sienta las bases de la futura producción.

 

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