El tema de los posos está siempre en boca del aficionado a los vinos, especialmente a los tintos, algo natural que de vez en cuando se utiliza como arma en contra del vino. Obviamente no debería ser causa de desprecio de caldo alguno.

Es la arruga de la edad. En algunos casos, casi siempre al final de la botella aparece materia en suspensión y en el mejor de los casos, posos.

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¿Qué son los posos?

Según la RAE, los posos consisten en sedimientos (conjuntos de partículas solidas depositadas en el fondo) que el líquido deja en una vasija. Son restos de color- antocianos- y sales propias del vino, que con el tiempo se aglutinan y por su peso caen.

Incluso hay algunas bodegas que filtran y tratan el vino para evitarlos medio-largo plazo.

El tiempo pasa para todos

Pero a muy largo plazo es casi inevitable y las bodegas que presumen de hacer vino de la manera más natural casi siempre advierten de la posibilidad, incluso recomiendan la decantación del vino para ahorrarnos posibles molestias y, al paso, oxigenarlo.

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El tema tiene miga y las posturas son numerosas, aunque este servidor prefiere quitarle hierro al asunto y normalizar los posos, porque son algo natural que no debe hacer estragos. Igual que en algunos blancos y rosados al enfriarse decantan cristales de sal, los posos y la materia en suspensión del tinto no debe tener más relevancia que algo circunstancial, normal, natural, valga la redundancia.

Los Tintos Gran Reserva de La Mancha pueden tener posos y en la mayor parte las etiquetas avisan.

Destacar que estos no tienen nada que ver con la calidad del caldo y, por ello, un servidor vuestro recomienda decantar y de camino oxigenar, porque les favorece a estos vinos, y porque el ritual hace que todo sepa un poco mejor, le aporta encanto.

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