Los suelos en La Mancha

Vasta en horizontes, con un clima de interior, fuertemente continentalizado en el rigor térmico de sus temperaturas (de -15 en invierno a 42 en verano) y unas precipitaciones anuales no muy abundantes (300/400 mm.), ciertamente, La Mancha dibuja un panorama lejos de aquellas campiñas idílicas  que imaginaba nuestro Hidalgo Caballero, Don Quijote. Sin embargo, al contrario de lo que pueda suceder con otros cultivos, la vid encuentra en el terruño manchego (por el tipo de suelos y las exigencias de sus clima) su mejor aliado para la formación de uvas de calidad, en el mejor de los casos, libres de tratamientos por enfermedades y plagas, y por tanto, escenario idóneo para la viticultura sincera, ecológica u orgánica, tan apreciada en algunos mercados exteriores.

El rendimiento por hectárea de los suelos es bajo, siendo necesario el aporte hídrico extra. Responde a la formación de yierra rojiza fruto de sedimentos miocénicos de estructura predominantemente caliza.

Ahora bien, la diversidad también es una nota dominante en el suelo manchego, y se pueden dar una amplia variedad de suelos. Éstos son los más comunes:

Suelos calizos

Alto contenido en cal, lo que exige un mayor cuidado con los portainjertos sensibles a la cala. Son poco profundos, con un sistema radicular que no tiene mucho espacio para para profundizar y se nutre en los primeros 30 cms. Escasamente productivos pero de gran calidad para los vinos tintos, existiendo una gran concentración polifenólica. El enólogo podrá aquí trabajar con uvas con una gran concentración de azúcares, que después se reflejará en su elevado grado alcohólico y excelentes cualidades cromáticas. Estamos ante los vinos tintos con capa y estructura.

Suelos arenosos

Su composición en granos (de arena)  permite una mejor filtración del agua, es decir, el agua tan de la lluvia, como de riego, se filtra rápidamente a otras capas mas profundas del suelo, siendo inaccesible para la vid, ya que sus raíces no son tan profundas. En periodos estivales sobretodo en La Mancha, las fuertes temperaturas someten a un estrés hídrico a la planta que pierde volumen y peso en la baya. El riego debe ser racional, buscando periodos cortos pero continuos (no más 4-6 horas) con periodos de descanso de otras tres, para que el agua, por las características del suelo no se filtre demasiado rápido con pérdidas de agua inútiles.

Suelos Arcillosos

Uno de los más comunes en La Mancha. Se encuentran en terrenos de gran profundidad, en algunas zonas de Cuenca limítrofes con la provincia de Ciudad, donde predominan. Grano más grueso con una mayor retención de agua; factor a tener en cuenta para el periodo de riego, ya que permite retrasar la irrigación por su capacidad para almacenar el agua. Esa retención permite una mayor estabilidad de temperatura con producciones más aceptables y uniformes.

Suelos Humíferos

Alta composición en materia orgánica y por tanto muy fértiles y productivos. Se destinan a otros cultivos como hortofrutícolas o cereal intensivo, donde en un periodo de tiempo reducido el cultivo necesita gran cantidad de nitrógeno, fósforo y potasio. No es la opción más recomendable para la vid ya que su fertilidad no permite las concentraciones de color, acidez, polifenoles que tan positivamente pueden influir en la calidad de los vinos finales.

Suelos pedregosos

Muy comunes en ciertas zonas de Cuenca y riberas de ríos, más concretamente en meandros, provocados por el arrastre del agua, son suelos con un equilibrio de temperaturas idóneo, ya que ayudan a regular aportando frescura en la primera capa de guijarro grueso. Además evitan la excesiva disparidad de temperaturas entre la noche y el día, ya que retienen el frescor generado en la madrugada, evitando así que las temperaturas centrales del día castiguen en exceso a la planta.