Todo un clásico en locales que cuidan el buen yantar, son las tablas de queso, con una variedad mayor o menor es la tabla de quesos una gozada para gourmets y aficionados, porque el que es así, o te gusta o lo odias, y si te gusta las manías o prejuicios hacia un estilo o elaboración se van de la mano de un conocedor que te guíe, como un buen Maestresala o Sumiller que cuide su carro o selección de quesos.
Importante tener en cuenta de que hoy quiero tratar el surtido de quesos sin hacer hincapié en algún queso en concreto, eso, más adelante, y hoy en el hecho de pedir un surtido de quesos, cabra, vaca y oveja, juntos o revueltos, distintas pastas y cortezas pero eso si, junto a un gran vino, uno de la Denominación de Origen La Mancha.
Cuando se ofrece una degustación de quesos es al principio o al final de la comida, o como entrante o como postre, habitualmente los amantes del vino y la buena mesa piden queso «para terminarse el vino», incluso después del postre, alargando el festín y dando una compañía única al vino, su mejor aliado.
Es de todos conocida la frase «darla con queso», que se refiere a las catas de vino con queso, cuyas cualidades acercan mucho a los vinos de poca calidad a los de mucha, por eso era una práctica común de ofrecer queso en las compraventas de vino, anulando el gusto del catador que busca defectos.
Fuera de ese momento, a la hora de disfrutar y con la tranquilidad de que no hay nada que temer en cuanto estafas y timos, sólo Gastronomía y algo de Gula, el queso es uno de los mejores aliados del vino, y viceversa. Y un servidor vuestro recomienda acompañarlo de vino tinto, el surtido de quesos tiene muchos sabores más o menos marcados y el común denominador puede ser la fruta de un tinto «sazonada» por el envejecimiento en barrica. Así que sin desdeñar el comienzo por un tinto joven y terminar por un aciano Gran Reserva, mi caballo ganador sería un Roble elaborado a partir de la compleja Cencibel.
Gastronómicamente vuestro
Salud y ¡mucha Mancha!
