En los últimos tiempos, el desarrollo de las nuevas tecnologías de la comunicación ha provocado que la difusión de la cultura gastronómica haya experimentado una auténtica revolución, pasando de los platos a las páginas de las revistas, de las páginas a las pantallas de los ordenadores, de las pantallas a las tabletas inteligentes y de las tabletas a los teléfonos móviles.

Cada pantalla, cada tableta, cada teléfono se ha convertido ahora en una gran escaparate por el que nos podemos asomar a las aficiones, gustos e intereses de personas de todo el mundo. Por descontado, el interés atávico que despierta la gastronomía ha conseguido que muchas de esas pantallas se hayan convertido en ventanas abiertas de par en par a pequeñas y grandes compañías relacionadas con lo gastronómico y, por descontado, a maravillosas cocinas (muchas de ellas antes privadas).

De este modo, profesionales, cocinillas, eruditos, intelectuales, aficionados y, sobre todo, un sinfín de cocineros y cocineras excepcionales han abierto las puertas y ventanas de sus estudios, de sus cocinas, descorriendo por completo las cortinas, para que podamos aprender de ellos. Son personas tan generosas que comparten su saber con todo aquel que les quiera leer, ver o escuchar, es decir con todo este mundo globalizado a golpe de clic.

En nuestro país, y en lo que a cocina se refiere, a los más destacados de estos gastrónomos se les llama “blogueros cocineros” a raiz de una serie de programas que, sobre algunos de ellos, se emitieron en Canal Cocina. En realidad sí, muchos de ellos son cocineros que cada día trabajan y se esfuerzan para hacer llevar lo mejor de nuestra gastronomía a todos los rincones del mundo, pero también son mucho más que eso, son investigadores, periodistas, fotógrafos y, sobre todo, entusiastas y amantes de la buena mesa y el buen beber. ¡Chapeau por ellos!

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