Un niño sostiene, con mucho cuidado, un racimo de uvas que parece recién cortado. Este personaje es el eje principal de toda la obra. El autor muestra cómo la tradición de la vendimia pasa de generación en generación.
La obra se encuadra en el hiperrealismo ya que busca la objetividad radicalizada. Se busca definir la realidad lo máximo posible.