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Tras los pasos de la metamorfosis industrial del sector vitivinícola en La Mancha del siglo XIX con el ferrocarril.
Un turista desciende del vagón e inmediatamente después, como gesto reflejo, se infunda sus gafas de sol para proteger la mirada del imponente sol de primavera. Estamos en La Mancha, viajamos en un tren cervantino que ha partido de la capital madrileño para alcanzar la meseta castellana en poco más de una hora y media de trayecto. Mientras reverberan en la mente las hazañas del hidalgo caballero la retina se posa en el paisaje dominado por el tapiz de viñedos en lontananza.
Sin duda, un viaje de ocio muy diferente del que pudieran emprender los primeros viajeros del siglo XIX en aquellos viajes de vapor, madera y largas paradas. Hoy, el (Eno)turismo se apoya en infraestructuras, más rápidas y funcionales, que vertebran La Mancha como el ferrocarril, para redescubrir los atractivos de los pueblos manchegos, cuyo peso y tradición cervantino, no pueden ser interpretados sin la llegada de aquel trazado ferroviario a La Mancha.
Rescatada del olvido por la inmortal novela, y aunque mencionada y apreciada por sus vinos en la corte madrileña del Siglo de Oro, hasta entonces, La Mancha había quedado relegada a una posición secundaria con el desplazamiento gravitatorio y centrífugo de la inversión en las zonas periféricas de la península.
Vino manchego como alternativa
Pero la llegada de la filoxera cambiaría radicalmente el panorama vitivinícola mundial. La plaga arrasaría el viñedo europeo, prácticamente, en tan solo unas décadas. Primero en Francia, en la región del Languedoc (1830-1840), para después devorar las vides españolas por las puertas de entrada portuarias, el valle del Duero por Oporto, Málaga y Gerona, en la península.
El aislamiento geográfico de La Mancha en el interior, con una mala comunicación de las vías terrestres hasta la fecha, jugó, sin embargo, una baza de protección en favor del viñedo manchego. En el último tercio del siglo XIX, La Mancha se convertirá en el principal proveedor de vino para toda Europa. Todavía hoy, esas cepas prefiloxéricas y centenarias o de pie de franco, escasamente productivas, son en cambio, un auténtico tesoro en la calidad de su fruto.
Así lo sostiene el profesor del Departamento de Geografía de la Universitat de València, Juan Piqueras, quien analiza en el artículo ‘La filoxera en España y su difusión espacial’, la evolución y el impacto del insecto en el viñedo español (1878-1926), subrayando de manera inversa la edad dorada para el crecimiento del viñedo en aquellas zonas apenas afectadas.
“En el corazón de la Mancha vitícola los suelos arenosos frenaron el avance la plaga y sobrevivieron a la misma sin necesidad de ser sustituidos por pies americanos. Los llamados pies francos autóctonos seguirían siendo mayoritarios en suelos arenosos, de tal suerte que todavía hoy, a comienzos del siglo XXI, más de la mitad del viñedo manchego está plantado sobre pies francos y sigue libre de la filoxera.” Juan Piqueras sitúa en este periodo la expansión del “viñedo manchego que creció de 104.000 hectáreas en 1877 a 322.000 en 1915 y a 378.000 en 1926, convirtiéndose ya entonces en el más extenso de España.”
Quizá, podríamos situar los orígenes del ‘gran viñedo de Europa’ en este periodo donde el paisaje de La Mancha experimentan una intensa transformación como la evolución exponencial de la superficie de viñedo.
De hecho, de las cinco provincias castellanomanchegas, tan solo Guadalajara, que incluso a mediados del siglo XIX tenía la mayor superficie de vid, ya a comienzos de la II República, había reducido drásticamente el suelo destinado al viñedo.
Evolución de la superficie del viñedo en CLM (1857-1931) Ha | ||||
PROVINCIA | 1857 | 1884 | 1909 | 1931 |
Albacete | 15.711 | 31.000 | 68.786 | 71.725 |
Ciudad Real | 29.356 | 67.000 | 115.628 | 158.600 |
Cuenca | 28.148 | 28.000 | 47.470 | 79.093 |
Toledo | 31.735 | 40.000 | 49.050 | 85.850 |
Guadalajara | 37.417 | 20.000 | 24.700 | 5.633 |
Fuente: RODRIGUEZ TATO, Miguel Á. El desarrollo del monocultivo vitivinícola en Castilla-La Mancha (1875-1900). |
Paralelamente, asistimos al crecimiento vertiginoso de una industria vínica que se expande a otras ramas del sector como el alcohol y otros derivados para el suministro de holandas en el brandy o cognac francés. La Mancha asienta sus cimientos para el posterior crecimiento de un sector que en la actualidad representa el músculo productivo de la región castellanomanchega. Aparecen las grandes chimeneas como vestigios y testigos de la profunda transformación urbana de muchos municipios manchegos.
El historiador manchego especializado en el siglo XIX, José Ángel Gallego, en su libro Ferrocarril y transición al capitalismo en La Mancha 1850-1936 analiza “el proceso de transición al capitalismo en una amplia comarca de La Mancha, localizada en torno a Alcázar de san Juan, primer núcleo ferroviario en los destinos de Madrid a Andalucía y al Levante.”
Un proceso que tiene una fecha clave, 20 de junio de 1854, con la llegada del tren a La Mancha (Alcázar de San Juan, a la postre nudo ferroviario), provocando “importantes transformaciones económicas, sociales y también culturales, en todos los territorios afectados por la incidencia de este medio de transporte.”
Aparece, a juicio de Gallego, “un nuevo tejido productivo que gravita sobre el comercio de la vid, el vino y los alcoholes. Además, los procesos de capitalización que surgen, con presencia también de inversores foráneos, van generando un nuevo entorno social que acaba por superar la tradicional polarización entre terratenientes y jornaleros de etapas anteriores.”
Esa burguesía incipiente significaría el embrión de la primera industrialización en La Mancha, que no puede entenderse sin la triada de crecimiento de vino, capital y ferrocarril que abrirá por primera vez los mercados para los vinos de La Mancha.
Continúa subrayando Ángel Gallego, en un artículo posterior para la UCLM, el factor del ferrocarril como factor ordenador del mercado del vino, ya que “en el caso de La Mancha, se disponía de la línea Madrid a Alicante, con estaciones en Alcázar de San Juan, Campo de Criptana, Záncara y Socuéllamos, construida en su totalidad, hasta Alicante en 1858. La línea Alcázar a Ciudad Real, pasando por Manzanares, construida en 1860, que unos años más tarde enlazaría con Badajoz. Y por último, la línea Manzanares a Córdoba, terminada en 1866, con enlace en Sevilla, y de aquí a la costa. Esto significaba la posibilidad de acceder a los mercados interiores más importantes, así como al exterior, ya sea por medio de la Compañía Norte a Francia, o por vía marítima, desde los puertos marítimos de Alicante y Valencia.”
Se desprende, en el mismo artículo, una clara correlación entre la inversión ferroviaria que tiene su reflejo en el crecimiento exponencial de las exportaciones de vino nacional según las Estadísticas del Comercio Exterior de España, durante el periodo 1871-1890, pasando de los 1.216 de hectólitros de vino en 1871 a los 9.198 Hl en 1890.
Visionarios del vino
Aparecen en este periodo del siglo XIX algunas figuras determinantes para entender la importancia del ferrocarril. El primero de ellos fue José María de Salamanca y Mayol, más conocido como el Marqués de Salamanca. Este aristócrata, nacido en Málaga y formado en sus primeros años en los ambientes opositores a Fernando VII, tuvo talento y olfato para los negocios, destacando por sus inversiones durante el reinado de Isabel II. Suya fue la iniciativa en el trazado de Madrid-Aranjuez que posteriormente se extendería hasta Tembleque (Mancha toledana) y para terminar llegando a Alcázar de San Juan y de ahí a Alicante. Se abrirían entonces nuevas salidas a los mercados portuarios para los vinos de La Mancha.
El otro nombre importante será Francisco de las Rivas y Ubieta, también conocido como Marqués de Mudela. Este comerciante vasco, afincado en Madrid fue el precursor de la comercialización moderna de los vinos manchegos. Como apunta, Vicente Torres, historiador manchego la figura del Marqués de Mudela “fue muy importante para La Mancha porque, al contrario que otras personas que compraban tierras, él se dedicó a modernizar las que adquiría”, afirma Víctor Torres.
Algunas crónicas del momento como la recogida en el diario El Imparcial en 1882 así se hacían eco de la prosperidad vertida por sus negocios:
“Hizo fecunda a la misma esterilidad. Cubrió de verdes pámpanos el clásico arenal por donde pasearon D. Quijote y Sancho su locura y su buen sentido. Pueblos donde la miseria dominaba, son hoy, gracias al Marqués de Mudela, ricos y bienandantes […] Este siglo, naturalista por esencia, no puede menos de poner una corona en esa tumba donde yacen los restos del Colón de La Mancha.”
Aunque la semilla del progreso se había sembrado en La Mancha, la gran demanda vinícola implicaría una respuesta estructural del sector que también asiste a una paulatina modernización. Los profesores Pablo Martín y Jose Antonio Negrín, de las Universidades Autónoma de Madrid y Castilla-La Mancha, respectivamente, explican de manera sucinta la importancia del ferrocarril como eje vertebrador del mercado del vino para La Mancha en un artículo sobre en el IV Congreso de la Historia Ferroviaria (2006). “Una mayor producción y un mercado más exigente hacen necesaria una mejor rentabilidad de las cosechas”.
Dentro de las opciones cooperativas, y también el vino común para su embotellado en destino, aparece asimismo una preocupación enológica en “una selección de variedades de uva, incluso incorporando tipos desconocidos hasta ahora en La Mancha, (…) que hacen necesarias una mayores inversiones en sistemas de riego. Es aquí donde los Consejos Reguladores juegan un importante papel, intentando garantizar la máxima calidad de los vinos.
Explosión demográfica
El viñedo como factor fijador de la población encuentra su explicación en este contexto, con municipios manchegos que no solo aguantan como zona densamente pobladas frente a la gran ciudad, sino que incluso aumentan a finales de siglo su población. José Ángel Gallego encuentra la justificación del crecimiento demográfico en este periodo cuando “lleva a multiplicar la práctica totalidad de las poblaciones de La Mancha Central por tres y en algunos casos por cuatro y por cinco”.
Con la llegada del tráfico por carretera, una mejora de las comunicaciones irá sustituyendo al ferrocarril para el transporte masivo de mercancías. La llegada de los camiones cisterna y otros medios garantiza una mayor calidad en el trasvase de las mercancías vinícolas. Los trenes responden a nuevas demandas viajeras en el siglo actual contemporáneo.
Sin embargo, quedan todavía las cicatrices urbanas e industriales de aquella primera expansión económica en La Mancha del siglo XIX. Las imponentes torres de alcoholeras que hoy cobijan nidos de bucólicas cigüeñas o alguna que otra ruina de bodegas (Río Záncara, muy cerca de Pedro Muñoz) emergidas al abrigo de la estación de ferrocarril, hoy sumergidas por el paso del tiempo.