La revolución de los nuevos formatos para el envase también llega al vino.
El consumo de vino es tan dispar como heterogéneo. Del mismo modo que hay blancos, tintos y otros tipos de vinos para cada gusto y paladar, su formato y contexto también varía. Saber interpretarlo y acertar con el nicho que así lo demanda marca en buena medida el éxito comercial de una marca y bodega, máxime en los tiempos de mercado volátil que atraviesa este primer tercio del siglo XXI. Es algo que ya tuvieran muy claro a finales de los 90 productores estadounidenses y después australianos.
Países tradicionalmente productores en Europa suelen ser más conservadores y menos atrevidos en los formatos.
Hoy, Europa se despereza, asumiendo roles más atrevidos. Las nuevas tendencias para el envase buscan nuevos guiños hacia un público joven al que los formatos más tradicionales producen cierto distanciamiento.
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Ventajas
La apertura hacia nuevos contextos donde el vino no está tan encorsetado al vidrio viene, precisamente, de aquellos mercados de consumo no convencionales, que tradicionalmente no son países viticultores. El mejor ejemplo lo tenemos en los países del norte de Europa, pragmáticos por naturaleza y tesón.
Allí el formato bag-in-box (literalmente, bolsa dentro de una caja) tiene sus más férreos defensores. Con los años, la tecnología y el perfeccionamiento del envase, no solo han contribuido a proteger el contenido de la luz, sino que también han permitido que el producto llegue a la copa libre de oxidaciones y otros hándicap de transporte con evidentes ventajas para el consumidor final. Su comodidad radica en el pequeño grifo o dosificador que permite una regulación para su autoconsumo perfecta en condiciones domésticas.
Por ello, el Consejo Regulador Denominación de Origen La Mancha decidió autorizar su venta para comercialización en el exterior, lo que sin duda permitió consolidar la clientela en determinados países como Suecia, Dinamarca, Escandinavia, seguidos de otros como Suiza, Austria, Bélgica, o Reino Unido.
El hecho además de que el vino se transporte en los formato bag-in-box con material reciclable, base lo hace más atractivos para el consumidor del futuro que valora la sostenibilidad. A su menor huella de carbono en la fabricación se une su composición en la bolsa con un polietileno de baja densidad, con un tapón también de polietileno blanco, que junto a la caja de cartón, asegura un efecto retorno para una segunda vida reutilizable.
En vano, en el pasado 2023 las bodegas manchegas vendieron unos 91.000 litros, esto es, el equivalente a unas 27.000 tirillas (solo Tradicional) con marchamo de calidad Denominación de Origen La Mancha. Un formato, sin duda ya normalizado, incluso, en algunos hogares españoles.
Dando la lata con el vino
Su reciente autorización por parte del Consejo Regulador DO La Mancha demuestra los esfuerzos de algunas de sus bodegas (Vinícola de Villarrobledo, en Albacete, fue una de las pioneras) por llegar al gran público flexibilizando la oferta sin dejar de lado la calidad final (con Denominación de Origen) del producto. Entre sus defensores, los argumentos son dilatados y racionales.
Es en esencia, un formato práctico. El vino enlatado permite un transporte ligero, cómodo y fácil. No dependiente de los rituales más puristas, con el sacacorchos y/o la copa de cristal, el vino en lata se adecúa con normalidad a cualquier contexto festivo; véase por ejemplo, un picnic, una acampada en la naturaleza, un concierto o una celebración en exteriores (romerías y otros eventos), donde solamente un poco de hielo o refrigerio son suficientes.
Cuenta con la exigente bendición de los actuales consumidores de la Generación Millenial (1981-1994) y también futuros consumidores de la llamada Generación Z (nacidos entre 1996-2012). Se trata de un envase sostenible, 100 % reciclable.
Entre otras ventajas para los productores están los costes de producción. Si bien, la elaboración es la misma, su enlatado difiere en los primeros desembolsos de propia máquina, pero parece obvio que el transporte sí permite amortizar sus costes, con una mayor capacidad de carga en los contenedores para los vinos enlatados.
No obstante, el formato de lata requiere además de unas ciertas especificaciones técnicas desde el punto de vista de la propia composición química del vino. Su ph, diferente a otras bebidas (refrescos y cervezas), requiere un revestimiento interno concreto, que persiga evitar cualquier deterioro o desgaste de la propia lata. Como sucede con otras bebidas, la caducidad o perdida de atributos para los vinos de lata sí está prescrita. Una razón por la cual el Consejo Regulador solo permite el enlatado en aquellos vinos jóvenes y tradicionales, no permitidos en todo caso, a los vinos con envejecimiento.
La demanda de estos formatos arrasa en países anglosajones como EE.UU. y Australia, aunque tampoco se quedan muy a la zaga, otros paladares como el británico, canadiense o incluso neozelandés. Curiosamente, aunque la percepción de la calidad sea menor hacia estos vinos enlatados, lo cierto es que fueron países como el americano o el inglés los que según datos de un informe del OeMv (a principios del 2024) lideraron el Top-10 de los principales importadores de vino en valor.
PET, vino para quedarse
En la Denominación de Origen La Mancha ha sido una de las últimas novedades, cuando su Consejo Regulador la celebrada a finales del pasado año ratificó en su Asamblea General la solicitud de modificación a la administración autonómica en su Pliego de Condiciones con la opción de incluir nuevos formatos de envase para vinos con DO La Mancha como el llamado formato PET (polietilentereftalato).
Asociado a bebidas de refrescos, zumo o agua natural, algunas bodegas no han descartado iniciar su embotellado de vino en etse tipo de formatos PET, conscientes de sus ventajas económicas y medioambientales. Entre sus ventajas, el vino en formato PET posee una resistencia de su material frente a los golpes, mejores condiciones de transporte y también almacenamiento. Es más ligero y su material permite un retorno 100 % de reciclado. Además, con el incremento de costes productivos generado a finales del 2022 ante la escasez de vidrio como materia prima, algunos productores no dudaron en cuestionarse el PET como formato alternativo.
Entre sus detractores, eso sí, se encuentran los más escépticos en la influencia y variabilidad y conservación de su sabor para vinos de guarda y reposo. En este sentido, los expertos recomiendan el envasado y consumo de vino para vinos de rotación rápida en el mercado, esto es, vinos de la misma añada que no estén destinados a pasar mucho tiempo en las estanterías. Aquí, la Denominación de Origen La Mancha es tajante. Se podría permitir el envasado de vino de hasta un litro de capacidad, solamente para vinos con tirilla joven o tradicional.
El tamaño, ¿importa?
Aunque medimos su comercialización en litros y la cosecha en hectólitros, lo cierto es que su consumo más directo se produce en centilitros. Hablamos de las botellas y formatos (de cristal, por cierto) de 0,75 cl. La estandarización se remonta, según dicen, a finales del siglo XVIII en los convulsos años de la Europa napoleónica, cuando aquellos 750 mililitros equivalían a la capacidad pulmonar de un soplador de vidrio.
Sea como fuere, no se han descartado otros tamaños y formatos de capacidad. Por cuestiones de logística, en vuelos, se consumen botellas de 0,18 cl (el PET se impone en este caso). Pero también existen otras capacidades sugeridas por expertos que incluso matizan una conservación es más adecuada para los vinos de largo tiempo en crianza.
Sus nombres, recuerdan, en efecto, a los grandes monarcas de la Antiguo Testamento como:
- Jeroboam(4,5 litros)
- Matusalén o Imperial (6 litros)
- Salmanazar(9 litros)
- Baltasar (12 litros)
- Nabucodonosor(15 litros)
- Melchor(18 litros)
- Salomón (20 litros)
- Primat o Goliat (27 litros)
- y finalmente, para los más fuertes, como ejercicio de fuerza, la botella Melchizedek (30 litros).
Aunque puede ser habitual descorchar alguna botella magnum (1,5 litros), naturalmente, muchas de estos formatos tienen un uso promocional, ya que suelen ser poco funcional en la mesa, el hecho de colocar una botella que supere los 10 litros…