Una competición milenaria que condensa la historia del esfuerzo, el sacrificio y la deportividad. Desde que nacieran con el espíritu de rivalidad comercial y estratégica entre las poleis griegas, los Juegos Olímpicos tienen su capital espiritual en Olimpia, santuario sagrado en la Península del Peloponeso, en el 776 ac.
Las Olimpiadas son una cita con la que sueña todo deportista, cada cuatro años, desde que fueran retomadas en Grecia, en 1896, las primeras Olimpiadas de la era contemporánea. Suponen, por tanto, un motivo de orgullo para el país y la ciudad se organizadora, convirtiéndose en un reto de tintes patrios para cada bandera. Desde entonces, el pebetero olímpico ha pasado la llama y relevo de ciudad en ciudad mejorando las marcas y récord de cada atleta en su lema olímpico “Citius, altius, fortius”, es decir, «más rápido, más alto, más fuerte que  fue propuesto por Pierre de Coubertin en la creación del Comité Olímpico Internacional en 1894.

 

Desde el Consejo Regulador Denominación de Origen La Mancha, conscientes del arraigo cultural e histórico del vino en la Antigua Grecia, que también tiene el vino, han rendido un doble homenaje a Grecia, sus Olimpiadas y sus deportistas en clave de humor.

¿Te imaginas los Juegos Olímpicos en La Mancha? La respuesta se resume en este simpático vídeo con la prueba reina: «100 metros hilo«, donde un grupo de jóvenes (con ayuda desinteresada de los actores de Sacaluestres Film, asociación de aficionados al cine y los cortometrajes de Pedro Muñoz, en Ciudad Real) pone a prueba su velocidad entre vides de cepa en vaso. El homenaje es también para la cultura del esfuerzo de todo deportista, que durante años entrena y se sacrifica, buscando la excelencia en su trabajo, y como el vino, una carrera de fondo, que a veces, conlleva años de paciencia y tesón.

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