Los vinos DO La Mancha regresan a la ciudad de las tres culturas, en un año especial por su capitalidad gastronómica, que recupera la gastronomía presente en el Quijote.
Si hay un periodo que legitima artística e históricamente a los vinos de La Mancha con la cultura del vino ese el Siglo del Oro. Su más fiel reflejo está en la obra capital de la literatura universal, la novela más veces editada en el mundo (solamente superada por la biblia) y que precisamente aquel manco de Lepanto convirtiera en un alegato gusto por el vino. No en vano, las aventuras de aquel ingenioso Hidalgo Don Quijote reflejan el gusto en extremo (también depurado y fino) de su fiel escudero Sancho por sus caldos contemporáneos.
Sancho, el mojón
El mojón (que hoy podríamos entender por persona entremetida) es en el periodo de Cervantes todo lo contrario, más bien una persona docta y entendida en el consumo de vinos, que sabe apreciar con sus virtudes más avezadas, los rasgos y defectos de un vino. Lo que hoy conocemos como un ‘nariz de oro’. Como tal aparece en el capítulo XIII de la II Parte del Quijote:
“¿No será bueno, señor escudero, que tenga yo un instinto tan grande y tan natural en esto de conocer vinos, que, en dándome a oler cualquiera, acierto la patria, el linaje, el sabor y la dura y las vueltas que ha de dar, con todas las circunstancias al vino atañederas? Pero no hay de qué maravillarse, si tuve en mi linaje por parte de mi padre los dos más excelentes mojones que en luengos años conoció La Mancha, para prueba de lo cual les sucedió lo que ahora diré. Diéronles a los dos a probar el vino de una cuba, pidiéndoles su parecer del estado, cualidad, bondad o malicia del vino. El uno lo probó con la punta de la lengua; el otro no hizo más que llegarlo a las narices. El primero dejo que aquel vino sabía a hierro; el segundo dijo que más sabía a cordobán. El dueño dijo que la cuba estaba limpia y que tal vino no había tenido adobo alguno por donde hubiese tomado sabor de hierro ni de cordobán. Con todo eso, los dos famosos mojones se afirmaron en lo que habían dicho. Anduvo el tiempo, vendióse el vino, y al limpiar la cuaba hallaron en ella una llave pequeña, pendiente de una correa de cordobán. Porque vea vuestra merced si quien viene desta ralca podrá dar su parecer a semejantes causas”.
Alusiones directas al vino de Ciudad Real
A finales del siglo XVI, La Mancha no se entiende con las divisiones administrativas de las provincias actuales. Así, Cervantes concebía al terruño manchego como extensión más cultural que geográfica asimilando La Mancha toledana, conquense y parte de Albacete dentro la propia Ciudad Real, como aparece también en el mismo capítulo XIII:
“…el cual, empinándola, puesta a la boca, estuvo mirando las estrellas un cuarto de hora, y en acabando de beber dejó caer la cabeza a un lado, y dando un gran suspiro dijo:
- ¡Oh hideputa, bellaco, y cómo es católico!
- ¿Veis ahí – dijo el del bosque en oyendo el “hideputa” de Sancho –como habéis alabado este vino llamándole “hideputa”?
- Digo – respondió Sancho – que confieso que conozco que no es deshonra llamar “hijo de puta” a nadie cuando cae debajo del entendimiento de alabarle. Pero dígame, señor, por el silgo de lo que más quiere:¿este vino es de Ciudad Real?
- ¡Bravo mojón! – respondió el del Bosque -. En verdad que no es de otra parte y que tiene algunos años de ancianidad”
Entre versos barrocos
Un vino manchego que también fue paladeado por los escritores de pluma ágil y verbo certero en los versos de Quevedo. El poeta miope y caballero de la Orden de Santiago paso sus últimos años en el Campo de Montiel. Conocidos son sus bromas, incluso para adular al propio mosquito: “Dijo la rana al mosquito desde una tinaja: más quiero morir en el vino que vivir en el agua” o hacer de los vinos un uso prescriptivo y moderado, como en la antiguas recomendaciones de la medicina clásica: “Para conservar la salud y cobrarla si se pierde, conviene alargar en todo y en todas maneras el uso del beber vino, por ser, con moderación, el mejor vehículo del alimento y la más eficaz medicina”.
También el mismo fénix de los ingenios españoles conocía La Mancha. Lope de Vega pasó por Toledo, ciudad encrucijada en la Castilla del periodo moderno y sus textos dramáticos triunfaron en los principales corrales de comedias de entonces, del que Almagro ostenta su mejor ejemplo. Suya es una obra que hoy recuerda a uno de los vinos elaborados en el municipio con el mismo nombre ‘El galán de la Membrilla’, población muy cerca de Manzanares en la provincia de Ciudad Real.
Vinos que distan en concepto de calidad, técnicas y métodos de elaboración con los actuales. Pero que fueron el complemento indispensable en la mesa la dieta de mesas más o menos necesidad, siendo su consumo la referencia más directa en la mesa de la Castilla, sufriente y pagana de los esfuerzos bélicos del imperio, desangrada, diezmada y estéril en la desigual sociedad estamental, que tan certera, cómica y a veces, cruelmente, retratara Cervantes.
[…] a la crisis y decadencia del imperio hispánico), La Mancha sería rescatada del olvido no solo por Cervantes, con la obra capital de las letras castellanas, sino también por la expansión económica de la […]