Le sucede al más común de los mortales. Ya sea en restaurantes del más afamado postín, o tabernas de chato rápido, el hecho de poder disfrutar de un vino durante tus momentos de relax con tu pareja y/o amigos, puede, más bien desembocar, en el mejor de los casos, en una disparatada situación de esperpentos y despropósitos.

En ocasiones, bien es cierto, que la propia hostelería no ayuda, con un gran desconocimiento en el servicio y conservación de los vinos. En otras, el excesivo ritual del profesional puede hacernos sentir incómodos si lo que queremos es únicamente  disfrutar de un vino.

copa de vino tinto DO La Mancha

Por ello, conviene seguir una serie de consejos para no caer en comportamientos de pedantería, o escenificación que nos retrate de manera ridícula ante nuestros amigos  (siete, por eso de ser un número sagrado en la antigua civilización judeocristiana tan afín al vino) .

  1. Naturalidad: si vives del vino, desconecta no estás trabajando

La situación de riesgo llega con la pregunta trampa, cuando tus acompañantes te señalan, emplazando a elegir el vino: “Pídelo tú, que eres un experto”. Ante todo, modestia, más aún si los comensales son nuevos conocidos; además nunca sabes quién puede estar al otro lado de la barra. Muestra naturalidad y resta peso al momento. Es sólo un vino, no una entrevista de trabajo o una ponencia pública. Huye de lenguajes técnicos y palabras (retrogusto, tánico, astrigente…) que pueden crear confusión en tu compañía.

 

  1. Unanimidad y consulta

Aunque tu cerebro manifieste un prodigio como  verdadera base de datos de los vinos premiados en todos los certámenes del mundo, permite siempre al resto que elijan antes, o qué expresen sus gustos y preferencias. Incluso, a lo mejor, no les apetece vino (¡pecado imperdonable!), en cuyo caso, puedes sugerir con tacto y discreción, tomar un vino fresco y de ligero paso en boca. Los blancos (airén, por ejemplo) se adaptan muy bien a este tipo de preferencias. La reciente moda de los mostos parcialmente fermentados (cuidado porque son “peligrosamente dulces”) es la solución más correcta como paso previo para iniciarse en el consumo de vinos más secos.

 

  1. Confía en el profesional

Si “jugamos en casa” y conocemos el local, el camarero puede ser nuestro mejor aliado. No dudes en preguntarle qué novedades tiene, demostrando tu curiosidad sin alardear. Si se trata de un establecimiento totalmente nuevo para ti, una buena inspección ocular te evitará disgustos. La cortesía y educación son buenos consejeros para preguntar por zonas de producción (sin caer en “regionalismos patrioteros”)

 

  1. Sinceridad en el precio

Ostentar y racanear aportan una imagen muy negativa cuando se disfruta el vino. Lo mejor es ajustarse al presupuesto y con honestidad preguntar qué vino se acercan a las posibilidades del bolsillo, a priori. Evitarás también sustos coronarios cuando veas la cuenta.

  1. Evita el teatro

Existen lenguajes de código internacional que rápidamente identifican a una persona cuando aprecia un vino y suele hacerlo habitualmente. Mover la copa repetidas veces o llevártela a  la nariz de manera compulsiva, son gestos de cata que pueden resultar pedantes. Igualmente que disfrutas de la comida con naturalidad, no teatralices tampoco el ademán de beber vino

 

  1. Tranquilidad y cordialidad

Si aprecias previamente un defecto en el vino (oxidación, picado, mala conservación, etc) no montes en cólera con el camarero. Intenta corregir la situación con amabilidad y tacto, proponiendo otra alternativa. El cliente siempre tiene razón pero a nadie le gusta que en su propio trabajo un extraño venga a darle lecciones.

 

  1. Disfruta y relájate

El vino es la perfecta compañía para conversar; evita que se convierta en el centro la conversación con el resto de sus acompañantes,  puede que no sean tan winelover como tú y se sientan desplazados.

 

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