Hace unos días, la revista digital de tendencias Gizmondo se hacía eco de un artículo publicado en la página británica Design Week, en el que se analizaban las características y funcionalidades de una botella de vino fabricada con papel maché. 

La idea proviene del ingeniero e inventor Martin Myerscough, un hombre que fundó su empresa, Greenbottle, tras reparar en la idea de que una botella de plástico tiene una vida media de 14 días pero tarda en descomponerse de forma natural alrededor de 200 años. Este fue el acicate para que este inventor desarrollase un cartón de leche de papel, que la cadena de supermercados británica Asda ya comercializa con éxito en el Reino Unido.

Siguiendo en esta línea ecológica, Myerscough le ha dado una vuelta de tuerca al práctico pero poco glamouroso Teatrabrik, y ha desarrollado una preciosa y bien torneada botella de papel maché.

Según el inventor, las ventajas de este tipo de recipiente son innumerables: pesa 50 gramos en vez del medio kilo que pesa la botella de vidrio, es mucho más barata y fácil de fabricar, es más ecológica, sus perfectas dimensiones hacen que pueda encajar con normalidad en una cadena de producción y, además, sus posibilidades de innovación estética son casi infitinitas.

En términos de consumo, el vino en la botella de papel maché se enfría muy rápidamente en la nevera (aunque también se calienta muy rápidamente). Por eso, ya hay quienes ven este formato apropiado para botellas individuales o pequeñas que propician un consumo más informal.

La pregunta es ¿se alteran las propiedades del vino? ¿afecta el papel al sabor? Si alguno lo sabe, por favor, que nos lo cuente…

Patricia Magaña @patiboom

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