Cena familiar navidad

Si las cenas de empresa se convierten en la sorpresa festiva anual para más de uno, cuando por un día (o unas horas) las relaciones empleado-jefe se vuelven horizontales y uno se permite hasta incluso bromear con las mejoras salariales, saludar al huraño compañero de rutina diaria, o descorchar su carácter más extrovertido fuera de la oficina…el encuentro familiar de Navidad puede transformare en un suplicio mayor entre atracones de polvorón, marisco y chistes indigestos del cuñado.

Suele ocurrir porque la cena familiar de Nochebuena oculta en el fondo una tensión, con pequeñas bombas de relojería, al punto de estallar con viejas rencillas, malentendidos o problemas enquistados durante años.

Corchos

Lo primero de todo, es respirar hondo, conectar su chacra interior con el universo y no caer en el juego fácil de las provocaciones, bromas o (malas) interpretaciones. En esto, el vino ayuda a “desengrasar tensiones” y una copa, una sonrisa y nuestro recuerdo más infantil (que no ingenuo) de la Navidad pueden ayudarnos a evitar malos tragos.

Es suficiente con dejarse guiar por algunos breves consejos, y habremos conseguido al menos no incomodar a la suegra o haber provocado un sofocón gratuito a nuestras madres:

Contenidos

1. Elige con cautela el lugar de la mesa

Como aquel estratega que despliega sus piezas en el tablero y dispone sus mejores unidades en el campo de batalla, es preciso estudiar todos los ángulos de la mesa, rincones, salidas, y astuta colocación de los comensales. Para evitar fricciones, sin duda, elude el contacto directo con aquellas personas donde no exista precisamente buena química. Si no queda más remedio, entonces, es preciso buscar aliados afines, personas de la familia que (llegado el momento del encendido debate…) puedan aseverar tus comentarios, asentir o reforzar tus posturas…eso debilita la posición del adversario.

2. Escoge bien el tema de conversación

Fútbol y política, prohibidos. Los españoles no solemos encajar bien las diferencias de criterio, y nuestro carácter vehemente en la mesa nos puede hacer subir el tono del debate, derivando en discusión. Sexo y religión, resultan a lo mejor, incómodos, por edad, costumbre y hábitos. Si uno agota en minutos, el comodín del tiempo y sus clichés, la conversación puede derivar hacia el vino, una temática que nos puede dar mucho juego en el resto de la cena…pero ojo, porque hay emergen otros tópicos, no menos farragosos…

Por aquí transcurren el resto de los siguientes consejos.

3. Cuando aparece un ‘nariz de oro’ en la mesa

Si tu cuñad@/primo/tía/etc pretende ilustrar con sus conocimientos winelover al resto de la mesa, no tiene que ser necesariamente un problema. Conviértelo en tu interlocutor; el escollo puede llegar si trata de torpedear el vino que has llevado a la cena familiar. El vino podría tener defectos o puede que se jacte de haber probado vinos más exquisitos en otros puntos de la geografía mundial. Acepta sus consejos y “rétale” a que lleve una botella el año próximo…

Si por (fatalidad) ha llevado un vino mejor (en realidad, no hay vinos mejores ni peores, sino distintos) a la cena, adopta una postura elegante con elogios. Siempre puedes argumentar la riqueza varietal (puedes preferir otras…evita tecnicismos y variedades raras) o la diversidad de vinos en España desde jóvenes a crianzas, etc. (ojo!, cuidado. Un error común nos lleva a pensar que un Gran Reserva es el rey de la bodega…y no tiene porque ser siempre así…).

4. Acude a la abuela/mamá o los más pequeños

Si consigues que por un minuto, descanse y salga de la cocina, claro. Agradecerán un momento de descanso cuando consigan sentarse a la mesa y poder interactuar con el resto de la familia.

También pueden ser un buen auxilio los peques de la casa. Dedicarles un rato a sus juegos, aunque los tímpanos acaben rotos con los villancicos de la voz chillona de la sobrina pequeña o tengas que aprender en un curso acelerado las series favoritas de dibujos animados…créeme que esos minutos de dedicación son oro para sus padres.

5. Ver, oír y catar

Por supuesto, en la moderación. Trata de disfrutar de la comida conjugando la armonía de sabores con el vino que tengas delante (y por suerte, es aquel que has estado esperando semanas en poder descorchar…). Cátalo en silencio, evitando el ceremonial de comentarios (pedantes como su capa, su intensidad aromática, cuerpo, etc) y gestos de sumiller sibarita (movimientos circulares de la copa o excesiva penetración de tus fosas nasales en el balón de la copa). Hazlo, con naturalidad, mientras escuchas (o finges escuchar)  el comentario banal de la mesa o el chascarrillo de turno sobre la vecina separada del quinto o la excentricidad del primo “raro” de la familia.

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