En ocasiones llega el postre y no apetece cambiar de vino, algo normal y a tener en cuenta a la hora de elegir esa botella.

En ocasiones pedimos un sólo vino para toda la comida, no es que se haga adrede, puedes ser entre otras cosas, que se abra una botella para el plato fuerte y quede mucho vino como para plantearse cambiar de vino ante el postre, puede ser…

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y entonces, llegó el postre

Cuando no apetece o no procede pedir un vino distinto para el postre, espumoso, dulce…. puedes hacer caso omiso a la hedonista armonía y pedir lo primero que te parezca, pero con un poco de atención ese posible dulce (los hay que prefieren queso para terminar el vino seco) puedes tener una experiencia muy grata como fue mi caso con este postre de Rubén Sánchez:

Bizcocho en migas, dulce de leche y helado de «orujo».

Bizcocho, dulce de leche y helado de orujo

¿Qué vino escoger para ese momento dulce?

Cuando un vino está bien escogido como fue el caso, hizo las delicias de la mesa con este postre, que en viceversa hubiese sido una gozada igual, pedir este postre para un Cencibel Reserva de una añada reciente (5º año) y en una copa cerrada no muy grande que guardaba aromas frutales y de una larga crianza en barrica de roble.

Los Reserva de La Mancha resultan interesantes con propuestas que han enriquecido la oferta, ultimamente en las bodegas. También en parte, se debe a una renovación e inversión en el parque de barricas en la última década, por parte de las bodegas manchegas. 

El placer de los tostados y toques acaramelados junto a una fruta confitada, bien evolucionada convierten el momento en una experiencia de sobremesa casi espiritual.

Gastronómicamente vuestro,

 

 

 

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