No son solo yacimientos arqueológicos y latinismos. Los romanos siguen entre nosotros incluso en el hábito más cotidiano, como cruzar la acera o escuchar nuestra canción favorita. Y, por supuesto, a ellos les debemos la comercialización del vino y, por ello, que lo podamos disfrutar a día de hoy.
 
¿Cómo es esto posible? La respuesta la da Francisco Álvarez en Somos Romanos (Edaf), libro en el que explica todas las herencias y deudas pendientes con el Imperio.
 

Portada Portada del libro Somos romanos

 
 
La portada de Somos Romanos ya es toda una declaración de intenciones: una estatua con camisa, corbata y hablando por teléfono. ¿Por qué?
 

En nuestro día a día hay muchas cosas que vienen de Roma, aunque no nos demos cuenta de ello. Queremos transmitir que no hemos cambiado tanto, y una manera muy gráfica de hacerlo es vestir era mezclar de esa forma lo clásico con lo actual.

He tenido la suerte de comisariar un par de exposiciones sobre Pompeya en Barcelona y Madrid. Estudié la vida cotidiana romana y ahí fue donde empecé a ver todos estos pequeños detalles que hacían que fuéramos tan parecidos. Los empecé a escribir, eran muchas páginas y decidí publicarlas en forma de libro.
 
Todos pensamos en el latín o los yacimientos cuando pensamos en esa herencia romana, pero su propuesta va mucho más allá.
 
Siempre digo que no hace falta escarbar para llegar a los romanos. Basta con salir a la calle. Por ejemplo, los pasos de cebra ya estaban en Pompeya, pero no se hacían con pintura, sino a base de placas de piedra que se elevaban sobre la calzada, alcanzando la misma altura que la acera. Los carros tenían que frenar porque si no, chocaban, así que eran más seguros para el peatón que los nuestros.
 
Los bares también son una herencia romana. Les encantaba el vino y acudían a bares con barras, donde solían beber el vino rebajado con agua. También tenían todo tipo de comidas calientes o aperitivos, como aceitunas o frutos secos.
 
De todas las aportaciones, ¿cuál considera la más relevante?
 
La más importante es el Derecho. Todo el derecho occidental es, básicamente, Derecho romano. Que tengamos todos los mismos derechos es un concepto romano. Por ejemplo, la ciudadanía europea trata de algún modo recuperar la Antigua Roma y aquella concepción del derecho, pero también de forma de vida.
 
¿Qué aportaciones hicieron en La Mancha?
 
Hay un montón. El problema de Castilla-La Mancha es que hay mucho romano debajo del suelo todavía. Está el caso de La Oretania, que era una zona íbera que tenía un montón de ciudades que aún quedan por escavar. También en el yacimiento de Sisapo, en Almodóvar del Campo, donde había un anfiteatro romano estupendo que se sigue todavía sin desentrañar. Luego están casos como el cerro de las cabezas, en Valdepeñas, donde se ha avanzado mucho pero queda mucho por hacer: todavía no se ha encontrado la necrópolis, por ejemplo.
 
Desde el punto de vista del trabajo, influyeron mucho en minería y, seguramente, en el vino. Ellos no introdujeron el vino en nuestra tierra, pero sí que se podría decir que lo industrializaron, al igual que hicieron con el aceite. Tito Livio decía: «Hay dos vicios que son especialmente agradables para el cuerpo humano: el vino por dentro y el aceite por fuera».
 
El vino era muy importante para ellos. Aquí ya existían las vides, pero no sabemos si se utilizaba el vino o no. Desde luego, no estaba orientado a la comercialización por todo el mundo.
 
Las viñas que se plantaron en Burdeos, por ejemplo, eran viñas hispanas que se llevaron allí. Se han encontrado ánforas de vino hispano en Gran Bretaña, en la frontera germana del imperio, en Turquía… Había una capacidad de comercio que solo pudo darse bajo Roma: una tribu pequeña no era capaz de comercializar sus productos más allá del entorno inmediato.
 

¿Qué herencia dejaron a nivel gastronómico?

Lo más importante diría que es el vino. Dejaron incluso el proverbio In vino veritas, que quiere decir en el vino está la verdad. La triada mediterránea es la triada romana: cereal, olivo y vino. Columela, un escritor gaditano que vivió en el siglo primero, escribió sobre cómo cosechar viñas y cómo plantarlas, y todavía seguimos utilizando muchos de sus consejos.

Por cierto, el hecho de que nos lleváramos el vino a América hizo que el vino siga existiendo sobre la Tierra. Con la plaga de la filoxera [1870] se perdieron las vides de todo el mundo, menos Lanzarote y algunas zonas de América, como Argentina o Chile. Allí habíamos plantado las viñas igual que los romanos hicieron aquí. Gracias a eso, se pudo replantar todo el viñedo en el resto del mundo.

Indirectamente, si nosotros no hubiéramos sido romanos, no habríamos llevado el vino a América y ahora mismo no tendríamos vino.

El subtítulo es «Descubre el romano que hay en ti». ¿Hemos olvidado el origen de aquel legado?

No lo hemos olvidado, sino obviado. Los romanos bebían vino normalmente en un vaso pequeño, de unos 3,5 centilitros, que llamaban cyatho. De ahí viene nuestro chato de vino. De ese chato de vino viene chatear, las conversaciones en Internet.

Los días de la semana funcionan igual. Tenemos siete días porque ellos veían siete cuerpos celestes y a cada uno le dedicaron un día. Los nombres siguen siendo romanos y se pusieron hace 2000 años, aunque nadie se pare ya a pensar en eso. Pretendo que nos demos cuenta de las pequeñas cosas que hacen que no hayamos cambiado tanto como pensamos.

No es el típico libro de divulgación histórica, busca muchos paralelismos con la cultura popular.

Somos romanos porque tenemos que ver más con ellos que con absolutamente nadie. Es muy curioso escuchar una canción de Queen como Boheamian Rhapsody, donde Freddy Mercury canta: «A veces desearía no haber nacido». Y luego resulta que en la Biblia latina, la Vulgata, viene precisamente esa frase. Eso no quiere decir que uno haya copiado a otro, sino que somos los mismos porque enemos las mismas bases.

Otro caso. Roy Batty, el replicante de Blade Runner, dice: «¿Sabes qué es lo que vivir con miedo? Eso es lo que significa ser esclavo». Es una frase prácticamente idéntica a una Horacio. Incluso en algo más triste como son los epitafios de las tumbas, también se ve que sentíamos lo mismo y de la misma manera.

Me parece interesante compartir este tipo de cosas. Es un libro bastante entretenido en el que aprendes, pero sin ser un estudio académico.

¿Por qué cree que se ha mantenido todo eso milenios después?

En el Renacimiento se vuelve a estudiar Roma y Grecia, y tratan de copiar una serie de cosas. Después, tras el barroco, llega a su vez el neoclasicismo, que trata recuperar otra vez las formas clásicas. En la Ilustración se recupera una idea fundamental, que fue la democracia. Aunque fuera un invento griego, son los romanos los que la llevaron a cargo de manera más perfecta, aunque obviamente era muy imperfecta. Cuando los ilustrados empiezan a mirar a Roma, también se independizan los EEUU, que crean la primera democracia moderna.

Todos los Senados imitan al senado romano. Senado viene de senes, que quiere decir persona mayor, pues era como el consejo de los ancianos de cualquier tribu más antigua. La otra cámara, que suele ser la asamblea del pueblo, también la hacen los romanos. Son las dos asambleas, igual que ahora tenemos Congreso y Senado. Siempre hemos estado intentando volver a empezar desde Roma.

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